Un análisis de datos federales de mortalidad difundido por The Washington Post estima que los condados de EE UU que abren su primer dispensario de cannabis registran, diez años después, tasas de muertes por opioides alrededor de 30% menores en promedio que aquellos sin puntos de venta regulados. La asociación sugiere un posible efecto de sustitución hacia el cannabis en contextos de dolor o consumo problemático.
En una columna publicada el 6 de agosto de 2025, el Washington Post examinó la relación entre la apertura de dispensarios y la mortalidad por opioides a nivel de condado en Estados Unidos. El ejercicio emplea un nuevo conjunto de datos del National Neighborhood Data Archive (NaNDA) de la Universidad de Michigan, que registra la localización de dispensarios y otros comercios desde 1990 hasta 2021, y lo cruza con estadísticas de defunciones por opioides, incluyendo tanto sustancias farmacéuticas como heroína y derivados sintéticos como el fentanilo.
Al comparar cada condado consigo mismo –antes y después del primer dispensario– y con condados similares que aún no contaban con comercios, el análisis concluye que, tras una década desde la apertura inicial, las tasas de mortalidad por opioides son en promedio cerca de un 30% más bajas en los condados con acceso regulado.
En el artículo se enfatiza que el descenso aparece después de la apertura –y no antes–, lo que respalda la hipótesis de sustitución: mayor disponibilidad de cannabis podría desplazar parte del consumo de analgésicos opioides, heroína o mezclas con fentanilo hacia una sustancia con menor letalidad aguda. El autor reconoce límites metodológicos –posibles errores de clasificación en el registro comercial y la imposibilidad de descartar por completo otros cambios coincidentes, como programas locales de tratamiento o ampliaciones del acceso a naloxona–, pero sostiene que el patrón temporal observado es consistente con un efecto asociado al acceso legal al cannabis.
Estos hallazgos se alinean con algunas investigaciones científicas recientes. Un estudio de 2021 en The BMJ, que analizó datos a nivel de condado, reportó que pasar de uno a dos dispensarios se asociaba con una reducción estimada del 17% en la mortalidad relacionada con opioides. En 2025, otra investigación publicada en la revista científica Cannabis encontró que la apertura de dispensarios recreativos se correlaciona con disminuciones significativas en las recetas de opioides entre personas con seguros privados, lo que apunta –por otra vía– al mismo fenómeno de sustitución en el manejo del dolor.
Aunque el cannabis no está exento de riesgos y su uso debe abordarse con información y cuidados, el conjunto de evidencias sugiere que su disponibilidad regulada puede actuar como herramienta de reducción de daños en territorios golpeados por la crisis de opioides. Para la discusión de políticas públicas, el dato clave no es que “el cannabis cure” la crisis – porque no lo hace–, sino que el hecho de abrir circuitos legales y controlados parece asociarse con menos muertes evitables que cuando el acceso queda en manos del mercado ilícito o de prescripciones de alto riesgo.