En el origen del movimiento cannábico en Estados Unidos hubo una promesa de cuidado donde se buscaba priorizar el acceso a preparados que mejoraran la calidad de vida de los usuarios terapeúticos . Sin embargo, la consolidación de mercados recreativos ha introducido una lógica distinta. Un reportaje de The Cannigma describe cómo, en EE UU, los dispensarios priorizan productos con mayor rotación y potencia psicoactiva, reduciendo espacio para aceites, tinturas y cápsulas con altas concentraciones de CBD o ratios equilibrados.
El cambio no es meramente comercial ya que implica un desplazamiento de las necesidades terapéuticas frente a la demanda de ocio. El caso de Massachusetts ofrece un ejemplo concreto. Un informe oficial de 2025 de la Comisión de Control del Cannabis detalla que las ventas médicas alcanzaron su máximo en 2021 y desde entonces encadenaron descensos anuales, mientras el mercado adulto continuó creciendo. Además, el propio desglose de compras muestra que, incluso en el canal médico, las flores y cartuchos concentran la mayor parte del gasto, un indicio de la homogeneización de la oferta hacia formatos de alta demanda.
Otro ángulo es la composición de los productos disponibles. Aunque la evidencia varía por estado, investigaciones sobre mercados regulados comparables han documentado catálogos donde predominan potencias elevadas de THC y una presencia menor de opciones balanceadas o ricas en CBD. Para quienes gestionan dolor neuropático, espasticidad o ansiedad con microdosis y ratios 20:1, encontrar sustitutos consiste, muchas veces, en peregrinar entre dispensarios o acudir a canales informales, con el consiguiente riesgo de calidad y continuidad de tratamiento.
No todo responde a decisiones empresariales. La regulación impositiva no diferencia entre usos, exigencias de inventario y la integración de programas médicos en espacios de ventas recreativos han ido difuminando el objetivo terapéutico. Voces de pacientes en California llevan años alertando de precios, escasez de formulaciones específicas y pérdida de prioridad en mostradores. La suma de incentivos empuja a operadores a maximizar rotación y margen, lo que, sin reglas claras, penaliza la diversidad farmacéutica del catálogo.
Lo que está sucediendo en mercados legales con los usuarios medicinales es una muestra que la regulación por sí sola no garantiza acceso adecuado para quienes usan cannabis como medicación. Si el objetivo es un mercado justo y basado en evidencia, los estados tendrán que proteger lo terapéutico con exenciones fiscales para pacientes, requisitos mínimos de surtido, etiquetado claro y formación específica para personal dispensador, evitando así que su lógica comercial diluya el sentido original de los programas terapéuticos.